martes, 22 de noviembre de 2011

Adiós

Y de pronto la oscuridad fue completa... aquella vela cuyo desgaste agónico llego a su fin, dejo completamente sellada en un frío negro azabache la habitación en la que me encontraba, y yo allí aún sentado en mi escritorio sintiendo que todo llegaba a su fin, tal cual si la vela fuera mi propia alma que expiraba.

Estás lejos, te siento como si no te tuviera, y en verdad, quizá nunca te tuve, porque nada de lo que tengo es completamente mio. Te contemplo a la distancia sabiendo que no volverás, eres de las que se despiden y no miras atrás nuevamente. Ciertamente muchas veces me fuiste incomprensible, eras mi más grande duda, así como muchas veces fuiste mi más grande respuesta. No tuviste sentido, pero yo te lo di al momento de encontrarme contigo, y luego, ya nada más que tú logro tener más sentido en este mundo.

Lo que me importaba era eso, que entraras y no salieras de mi vida, que nunca lo hicieras... todo daba absolutamente lo mismo, por ti deje de dormir plácidamente, los dolores de cabeza fueron recurrentes, tantas preguntas que dejaste sin responderme no empañaban esa especie de necesidad que sentía por ti, ¿Qué cuál era el sentido de mi existencia?... todo lo que era yo, en cierto momento se conjugaba en un solo verbo, tú.

Nada me fue tan "siempre" como el segundo de la tarde en que nos despedimos. Eterno como nada antes conocido, y doloroso como nada antes experimentado. Estabas frente a mi con los ojos más fríos jamás vistos, los ojos de estrella habían sido reemplazados por dos cubos de hielo, un placer violento sentí, porque inevitablemente quería arrancar tus ojos y lanzarlos a un vaso lleno de licor, y ver como lentamente desaparecían entre la calidez de mis labios. No dejaste nada al azar, todo tu combinaba en ese eterno segundo, ese beso tuyo, congelo todo alrededor de mi pómulo, los ojos fríos se cristalizaron y dieron paso a la nevazón más artificial jamás vista, dejaste de ser la casualidad espontanea que llenaba mi vida.

Encendí otra vela, y no sé si estaré exagerando, pero tu corazón no estará más seguro en otras manos que no sean las mías, a estas alturas, solo me quedaba agradecer que tus sonrisas fueron para mi, que tus dedos se enredaban con los míos y que tus labios se morían cada tarde por hacer el amor con mi boca. Así como así comencé a quererte, de pronto te amé y luego te fuiste de mi vida, pero yo no quería a alguien que muriera por mi y me necesitara para vivir, yo solo quería alguien que aún pudiendo pasar el tiempo con cualquiera, prefiriera pasarlo conmigo, yo solo quería vasos medios llenos y no ojos de hielo.